Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional

sábado, 14 de junio de 2008

GALIMATÍAS SAHARAUI

De verdad que no lo entiendo. Un conocido dirigente del Frente Polisario acaba de decir alto y claro que el Gobierno de Zapatero dio un paso atrás respecto a la era Aznar en la cuestión del Sáhara Occidental y que la ambigüedad del PSOE respecto al futuro de este trozo de hispanidad en el norte de África es fruto de un cálculo deliberado y alevoso, el de los que tienen como prioridad no hacer nada que moleste al rey Mohamed de Marruecos.

Los amigos del pueblo saharaui, en su mayoría entregados votantes del PSOE e IU, también deben haberse quedado de una pieza ante unas declaraciones que no se pueden tomar como una simple queja: sabiendo lo susceptible que son los sultanes de Marruecos con el asunto del Sáhara, lo único que garantiza que no se incomoden es, como mínimo, no hacer nada para que desde Rabat se deje de obstaculizar la celebración del referéndum de la ONU sobre la autodeterminación de la antigua colonia; justo lo contrario de lo que España debería hacer por solidaridad y por puro cumplimiento de sus obligaciones con las Naciones Unidas. Es como decir que Zapatero, el paladín de la legalidad internacional, sólo tiene principios e interés en las resoluciones de la ONU cuando no le causan problemas con Mohamed VI.

¿Cómo se les ocurre? ¡Eso no puede ser más que una calumnia! Es más, la simple alusión a que Zapatero haya hecho menos que su antecesor Aznar por las víctimas de una injusticia suena a maniobra de quintacolumnistas propeperos.

Todo el mundo sabe que la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui (reconocido por la ONU) ha sido siempre una de las señas de identidad de la superioridad moral de la izquierda española frente a los nietos de los franquistas como Aznar, responsables de la traición y entrega del Sáhara a Marruecos, en 1975. Decirle a los simpatizantes de la causa saharaui que Zapatero ha hecho menos por el pueblo saharaui que Aznar, es acusar finamente al Gobierno del PSOE de haberse puesto del lado de los agresores, los invasores marroquíes del Sáhara que intentaron una solución definitiva del conflicto con tácticas genocidas como los bombardeos de napalm. Es, además, como decirles que fueron víctimas de una gran engañifa cuando votaron a Zapatero creyendo que con ello le daban una oportunidad a la política ética, el pacifismo y la defensa de la legalidad internacional frente al belicismo pro Bush de Aznar. En fin, una estocada certera al principal activo de la política exterior (y, quizás, también de la interior) del líder de la Alianza de las Civilizaciones.

Colocar a Zapatero del lado del opresor, aunque sea por omisión, pulveriza ese halo angelical que le da al presidente poderes contra las maniobras crispadoras con que el PP intenta incitar a la defección, por ejemplo, aireando esa crisis que, como mucho (dice Solbes), se limita a una “desaceleración efectiva”.

¿Será que el Polisario se ha hecho del PP? Pues eso sí que es para romperle los esquemas al personal. Cómo va un movimiento que nació marxista, al que el franquismo tachó de subversivo y que el PSOE consideró desde los tiempos de la transición como ideológicamente afín (incluso “hermano”), a pasarse al PP… Claro que ese guiño a Aznar, como queriendo dar a entender que el ex presidente no lo hizo todo tan mal, resulta un tanto sospechoso en el crítico momento por el que atraviesa la política española.

Quizás, con tantos problemas a los que tienen que hacer frente los dirigentes polisarios (el recorte de las ayudas a sus refugiados, las maniobras de Marruecos para que la ONU renuncie a celebrar el referéndum, un enviado espacial de Naciones Unidas que se ha puesto del lado del rey Mohamed…), se les ha escapado que el PP anda inmerso en una guerra fratricida en la que nos jugamos mucho todos los demócratas y defensores de las causas justas.

El ex presidente socialista de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, defensor a ultranza de la lucha del Polisario, lo ha explicado muy bien hace poco: lo que se libra en el PP es mucho más que un “quítate tu que me pongo yo”: es una guerra de buenos (Rajoy, Gallardón y Fraga) contra malos (Esperanza Aguirre, María San Gil y el más malo de todos, Aznar); que los malos se oponen a que los buenos pongan en marcha una línéa "modernizadora" del partido y son elementos totalitaristas que "se cansaron de jugar a la democracia". Si pierden los progres del PP, todos estaremos en peligro porque habrán ganado los nostálgicos del franquismo. Con esa aclaración de Ibarra, ya no debería quedar ninguna duda de por qué el PSOE ha hecho suya la causa de los buenos del PP al grito de ¡todos a una Fuenteovejuna!

¿Cómo se les ocurre a los saharauis decir, justo ahora, nada que pueda sumar puntos a favor del abyecto y fachísimo Aznar, el capo de los malos, el que maneja los hilos entre bastidores de la banda a derrotar? A menos que los saharauis se hayan hecho efectivamente de derechas y de la extrema, muy extrema derecha…Seguimos como empezamos, sin resolver el galimatías. No queda más que seguir investigando.

FIN

domingo, 8 de junio de 2008

DIPLOMACIA SOLIDARIA DE CORTO ALCANCE

Poco habló José Luis Rodríguez Zapatero de sus planes en política exterior durante una campaña electoral en la que Rajoy, por su parte, tampoco hizo grandes referencias a ese frente, como si la acción en el escenario internacional no acabase repercutiendo en la capacidad de los españoles para resistir al pulso cotidiano con la hipoteca y la cesta de la compra que tanto le preocupa al líder del PP.

Pasado el fragor de la batalla por el voto, el presidente Zapatero no ha tardado, sin embargo, en dar señales de cuáles van a ser las prioridades de su diplomacia. En el discurso ante las Cortes con el que pidió la confianza de los españoles, Zapatero las resumió en una serie de ideas con mucho componente ético: "Pido su confianza", dijo, "para ahondar en nuestro empeño europeísta, para defender la legalidad internacional y para combatir en primera línea contra el cambio climático, la pobreza y a favor de la paz".

El programa responde a esa "idea de España" que el presidente quiere poner en marcha para que todos los españoles podamos sentirnos orgullosos de vivir en un país ejemplar y decente, que lidera los cambios sociales, económicos y medioambientales incluso más allá de sus fronteras. Una idea de España que rezuma superioridad moral frente a ese PP de José María Aznar, cosechador de guerras injustas, incluso en ese deseo por contribuir a que Europa gane peso e influencia en la escena internacional: el suyo no es un propósito inspirado por sentimientos de europeo egoísta, sino de abanderado de la causa por la paz que ve en la consolidación europea la mejor apuesta para que su sueño se convierta en realidad frente a la falta de respeto y los peligros de "los abusos hegemónicos".

En la fiesta de la Rosa de los socialista vascos en Baracaldo, Zapatero volvió a reiterar su compromiso con un mundo mejor que ya nos demostró en su anterior legislatura con su intento por liderar una Alianza de las Civilizaciones que su partido vendió como un gran éxito y de la que nada volvimos a saber tras el sonado fracaso de su última reunión. Pero ahora, el presidente tiene una nueva estrategia que le va a permitir hacer algo más que mera exibición de iniciativa, pisando sobre terreno sin estar a expensas de terceros. Se trata de convertir al África subsahariana en el nuevo eje de la acción exterior de esta legislatura. Dicho y hecho. Para allá que ya estaba volando la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega rumbo a Níger con una comitiva de 40 españolas dispuestas a demostrar que España es diferente con uno de los países más pobres del continente.

La misión contenía todos los elementos necesarios para hacer feliz al electorado español, en especial a los votantes arrebatados por el PSOE a Izquierda Unida, muy sensibles a la versión laica del ejercicio de la caridad que gestionan las ONG, esas organizaciones teóricamente no gubernamentales que se alimentan en su mayoría con las subvenciones del estado: el anuncio de un plan de 60 millones de euros para apoyar el "desarrollo político, social, cultural y económico" de los países más pobres de África; la celebración de un Foro de Reflexión sobre Seguridad Alimentaria y Cambio Climático que, se subrayó, fue "auspiciado" por España; fotos que retratan la solidaridad con las mujeres, principales víctimas de la falta de desarrollo, en el III Encuentro África-España: Mujeres por un Mundo Mejor…

Lo sorprendente es que la prioridad a la solidaridad con los desgraciados de África dada por el Gobierno de Zapatero no comience, como suele ocurrir con el resto de las diplomacias, por aquellos países donde la presencia colonial tejió especiales vínculos de historia y cultura en común. Al fin y al cabo, este tramo de nuestro pasado sólo ha dejado dos pequeñas islas de hispanidad en el continente, Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental. Además, son pequeñas en cuanto a número de habitantes pero la situación tan dramática que arrastran las ha convertido en un pozo sin fondo de nuestra solidaridad.

Es comprensible que la vicepresidenta no se haya siquiera planteado una visita a Guinea Ecuatorial a pesar de que allí los altos índices de pobreza, mortalidad y desnutrición infantil, baja esperanza de vida (no supera los 43 años) o muerte por enfermedades que en el primer mundo se curan con un antibiótico, no son fruto del cambio climático, ni de la pertinaz sequía, ni de la falta de recursos. Allí lo que mata es la voracidad de un dictador insaciable, Teodoro Obiang Nguema que dispone de la enorme riqueza petrolera del país como si fuese su botín personal. Por lo tanto, la situación requiere algo más que desembarcar y limitarse a abrir el monedero para repartir el dinero del contribuyente sin exigir contrapartidas en su aprovechamiento.



No tiene sentido organizar un viaje tan lejos para meterese en camisa de once varas con un dictador que puede fastidiar un periplo tan complejo de organizar en cuanto sospeche que vienen a tirarle de las orejas, prohibiendo incluso el aterrizaje del avión como hizo con el ex presidente Adolfo Suárez. Pero resulta decepcionante que, con tanta preocupación por la suerte de los africanos, ni De la Vega ni ningún otro miembro del Gobierno haya dicho ni mu sobre el último pucherazo con el que Obiang acababa de arrogarse una victoria electoral del 99% de los votos. Peor aún es que no parece haber hecho mella en sus sensibles ánimos las noticias sobre los últimos muertos por las atroces palizas y sesiones de tortura a opositores o, simplemente, a ciudadanos que decidieron no depositar su voto en las urnas en señal de rechazo a la farsa.

Desgraciadamente, la vocación solidaria del Gobierno zapaterista también ha corrido un tupido velo sobre la ola de represión con la que las fuerzas de seguridad marroquí están intentando silenciar estos días a los estudiantes saharauis que exigen que se celebre el referéndum de autodeterminación prometido por la ONU a su pueblo. ¿Y qué tal un viaje a los a los campamentos del sur de Argelia donde malviven miles de refugiados saharauis huidos de la ocupación marroquí? Resultaría de lo más fotogénico y a los electores del PSOE y de IU, grandes simpatizantes de la causa saharaui, les encantaría.

Además, si hay algún lugar en la tierra donde Zapatero puede dar una lección al mundo de su compromiso con la legalidad internacional, es precisamente el Sáhara Occidental donde nuestra condición de potencia administradora reconocida por la ONU convierte en un incumplimiento de nuestros deberes internacionales no exigir a Marruecos que deje de boicoter el referéndum. Pero claro, la España que se enorgullece de haber dado plantón al todopoderoso imperialismo yanki en Irak, no se atreve con el hermano marroquí, no vaya a ser que se enfade.

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