Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional

lunes, 27 de mayo de 2013

50º aniversario de la Unión Africana: el rey Mohamed VI lo celebra con un revolcón diplomático

Cartel de la cumbre en Addis Abeba  que ha celebrado el 50º aniversario de la creación de la OUA.


La diplomacia del rey Mohamed VI de Marruecos acaba de recibir un buen revolcón diplomático en el escenario africano. En la XXI Cumbre de la Unión Africana (UA) celebrada este fin de semana en Addis Abeba, la capital etíope, le han dicho alto y claro que no hay ningún inconveniente en que su país regrese a la organización siempre que sea sin poner condiciones que afecten a la participación en la misma de la RASD, la República Árabe Saharaui Democrática. 

La advertencia la hizo el responsable de la Comisión de Paz y Seguridad de la UA, Ramtane Lamamra, y siguió a ciertas maniobras con las que el Gobierno marroquí ha intentado dar a su opinión pública la esperanza de que la habilidad diplomática del rey Mohamed VI estaba a punto de acabar con la ausencia de Marruecos de la Unión Africana.

Lamamra dijo no hay problemas de parte de la UA para que Marruecos deje de ser el único país del continente africano que no forma parte de la organización integrada por 54 Estados. Al fin y al cabo el conflicto tuvo origen en la espantada que dio el padre de Mohamed VI, el fallecido Hassán II, con portazo incluido, cuando en 1984  la Organización de Unión Africana (OUA), antecesora de la UA, admitió a la RASD que se convirtió así en su miembro número 51. Desde entonces no hay más obstáculo a su regreso que la promesa que entonces hizo el rey Hassán II de que Marruecos no volvería hasta que no se expulsase a la RASD.

El rey Mohamed VI hizo recientemente un gira africana (que en realidad se limita a los satélites más sumisos a la influencia de Francia) a la que la prensa de palacio sacó jugo para subrayar que, pese a la ausencia de la UA, su monarca mantiene una gran influencia en el continente africano. Aún así, a Mohamed VI le ha debido de resultar difícil de explicar a su muy nacionalista y orgullosa opinión pública que Marruecos fuese seguidamente el único país africano que no iba a estar en las fotos de familia de la la XXI cumbre celebrada este fin de semana y, peor aún, en las de las solemnes celebraciones que en Addis Abeba han marcado el 50 aniversario del nacimiento de la OUA el pasado viernes, día 25, el Día de África.

Menuda diferencia con lo que allí llaman la “República fantoche” saharaui: mientras el máximo dirigente Mohamed Abdelaziz viajaba a Addis Abeba con una nutrida delegación, los marroquíes se tenían que contentar con celebrar el Día de África con una fiesta casera que consistió en la  inaguguración de una estela conmemorativa en una plaza de Rabat que han rebautizado con el nombre de Plaza de la Unión Africana. Una ceremonia con mucho empaque a cargo del ministro des Asuntos Exteriores marroquí Saad-Eddine El Othmani que subrayó “la profunda e indeleble unión de Marruecos a su continente”. 

Pero, la verdad, no hay color entre este plan y la oportunidad que Mohamed Abdelaziz tuvo en Addis Abeba de oír sonar el himno saharaui en el acto de inauguración, ver ondear la bandera saharaui en igualdad de condiciones con las de los demás 53 Estados africanos, y poderse encontrar en los pasillos o los salones del Millenium a la flor y nata de la diplomacia internacional que había acudido a la capital etíope poniendo de relieve la importancia del evento, desde el secretario de Estado norteamericano John Kerry, al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, pasando por  el presidente francés François Hollande o la presidenta de Brasil Dilma Roussef, entre otros.

Para compensar, la prensa oficialista marroquí dio mucho bombo a las a las declaraciones con las que el decano de los embajadores africanos en Rabat aseguró que Marruecos es un Estado del que África “no puede prescindir” a la hora de afrontar sus desafíos y que se está haciendo lo posible para que pueda volver con el resto de la familia (es decir, a la UA) por la puerta grande y pisando alfombra roja. El optimista era el embajador de la República Centroafricana, que actualmente, está sumido en el caos y la violencia desde que la guerrilla del Seleka en marzo logró abrirse  camino hasta la capital, Bangui, y obligó al Gobierno a salir corriendo. Pero, omitiendo este detalle, sus solemnes declaraciones podían interpretarse como que en Addis Abeba algo se estaba cociendo a favor de la diplomacia marroquí.

Probablemente, el realce dado en Rabat a estas felices expectativas motivó que en la rueda de prensa que dio el responsable de la Comisión de Paz y Seguridad al final de la cumbre, un periodista preguntase por la posible vuelta de Marruecos a la UA. Pero el argelino Lamamra fue tajante al decir que no había habido cambios en la posición de la organización africana en relación al conflicto saharaui y, por lo tanto, no hay problema en que Marruecos vuelva pero siempre que sea compartiendo escenario con los saharauis. También dijo en términos inequívocos que la UA sigue pensando que la solución del conflicto debe estar en esa consulta libre y transparente que la ONU prometió a los saharauis. Lo hizo con varios giros, uno de ellos destacando que lo que hay que hacer es poner en marcha esa  “R” que hay en el nombre de MINURSO, la Misión de la ONU para el Referéndum del Sáhara Occidental.

Además de la contundente respuesta de Lamamra hay que destacar que esta cumbre extraordinaria en Addis Abeba ha dado la oportunidad a Mohamed Abdelaziz de subir al estrado con una intervención con la que pidió a la UA que ayude a los saharauis a liberar el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos. En otra sala del edificio, Aminetu Haidar dio una conferencia de prensa sobre las violaciones de los derechos humanos y en la exposición dedicada a la memoria de africanos que destacaron en la lucha por la libertad de su pueblo, fueron incluidas las efigies de varios mártires saharauis, empezando por Bassiri, el padre del nacionalismo saharaui desaparecido en el trágico verano de 1970.

sábado, 25 de mayo de 2013

50º aniversario de la OUA. La revista Mundo Negro lo celebra con un número especial con "fichas" país por país, incluyendo a la RASD

Luis Esteban Larra (izquierda),  Jaume Calvera e Ismael Piñón, responsables de Mundo Negro en la reciente presentación del número especial de la revista para el 50 aniversario de la OUA.


El 25 de mayo de 1963, nació la Organización de la Unidad Africana, antecesora de la actual Unión Africana. En la revista Mundo Negro han marcado este 50º aniversario del panafricanismo con un número especial que, junto a artículos de grandes especialistas sobre el origen, desarrollo y balance de este intento integrador, contiene en sus páginas centrales, con formato de separata “un país por país” con datos políticos, económicos y demográficos de cada uno de los 55 países africanos, incluyendo a la República Árabe Democrática Saharaui (RASD) fundada por el Frente Polisario y reconocida por más de 80 Estados.

 El cuadernillo de fichas incuye así a los 54 Estados miembros de la UA y a Marruecos, único país del continente que no forma parte de la organización en protesta por la admisión del Estado creado por el Frente Polisario. Los responsables de la revista misionera (con más de 60.000 suscriptores) ya habían seguido este planteamiento en el número especial que publicaron hace tres años (África, 50 años de independencia) para celebrar el medio siglo de existencia de esta revista mensual que tiene su foco de atención sobre el continente africano. 

Como recordó en la presentación de este número especial el redactor jefe Luis Esteban Larra, Mundo Negro siempre ha estado muy comprometido con el pueblo saharaui en su tortuoso y todavía inacabado camino hacia la descolonización. Aunque, subrayó,  la decisión de que la RASD tenga su “ficha” como el resto de los países africanos no les ha supuesto ninguna duda, teniendo en cuenta que la bandera saharaui comenzó a ondear en la sede de la OUA a partir de 1984. Una realidad que podría servir de reflexión al ministro de Exteriores García Margallo en relación con esa iniciativa con la que el pasado día 20 diversas asociaciones, partidos, sindicatos y universidades le han solicitado por escrito que se de un estatus diplomático para el Frente Polisario.

La admisión de la RASD en la OUA, en 1984, desencadenó una de las crisis más graves de la organización. Lo recuerda en el artículo de apertura de este número especial el profesor y africanista José Luis Cortés López al hacer un repaso a la evolución de esa aspiración por conseguir la unidad en África que, como reconstruye en otro artículo el periodista y novelista ecuatoguineando Donato Ndongo Biyogo (exiliado en España), se gestó lejos de allí por obra de  los intelectuales negros de Estados Unidos y del Caribe, descendientes de las víctimas de la Trata de Esclavos, que tanto contribuyeron a que prendiese el grito de “África para los africanos” que vertebró el movimiento descolonizador.  

Hay debates en el panafricanismo que llevan años sin llegar a su punto final. Es el caso del tira y afloja que se produjo en el duro camino hacia el consenso que acabó alumbrando la OUA entre los partidarios de un panafricanismo más enérgico que apostaba por la unión política por un lado,  y el bando de los que exigían una unión más moral y gradual.

En el especial de Mundo Negro el economista togolés Yves Ekoué Amaizo  viene a dar la razón a aquellos padres de la fundación de la OUA (el senegalés Leopold Senghor, por ejemplo) que acabaron imponiendo la tesis moderada y que consideraban irrealista el ideal más radical que  defendían el ghanés Kwame Nkrumah o el tanzano Julius Nyerere. Este experto no renuncia a la quimera panafricanista pero pone el dedo en una de sus llagas: cómo iban a lograr los africanos la unión política, dice, si todavía tienen pendiente una integración económica que, como mínimo, afiance el comercio intrarregional que hoy en día no llega ni por asomo al nivel de intercambio del 15,7% de la alianza iberoamericana MERCOSUR. Pues bien, pese a estos datos demoledores no han faltado esta semana, entre las intervenciones de la XXI Cumbre de la UA que se está celebrando en Addis Abeba para marcar el aniversario, voces que han vuelto a remover el tema lamentando como una oportunidad perdida que no hubiese prevalecido la postura defendida por Nkrumah. 

Por el momento, en cambio, no ha habido quien ponga en entredicho el reconocimiento de la UA a la RASD. La organización envió la semana pasada a un alto representante a las celebraciones del 40 aniversario del Frente Polisario. En su intervención en los actos organizados en Tifariti, la capital de los territorios bajo control del Polisario, el mensaje de la UA fue inequívoco y expresó la determinación de la organización de estados africanos porque  se cumpla  el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

P. D. En la presentación del número especial de Mundo Negro se anunció un cambio de dirección de la publicación. Tras siete años de haber estado al frente de la redacción, el director Ismael Piñón cumple su sueño de volver a las misiones en algún lugar remoto de Chad. En su lugar, recién llegado de Suráfrica, toma el relevo Jaume Calvera Pi. ¡Bienvenido! Ismael, fue un placer colaborar contigo. Hasta luego, y suerte en el nuevo destino.





jueves, 23 de mayo de 2013

Max Liniger-Goumaz, el historiador activista: “Las elecciones de Guinea Ecuatorial son una farsa”




Max Liniger-Goumaz (en el centro) en la presentación de su nuevo libro en Madrid. A su lado, de izquierda a derecha, Mbuy Kabunda, Francisco Zamora, Justo Bolekia Boleka y Basilio Cañadas. 


A veces la labor del historiador se convierte en una poderosa arma contra la injusticia y el activismo a favor de los derechos humanos. Es el caso del investigador y ensayista suizo Max Liniger-Goumaz (Berna, 1930) autor de una extensa obra sobre Guinea Ecuatorial, Recientemente viajó a Madrid para presentar Guinea Ecuatorial. Memorándum, su último libro publicado por la editorial Sial. El acto se convirtió en un homenaje a la infatigable y tenaz labor que lleva cuarenta años compensando la indiferencia, no siempre casual, de los medios españoles ante el sufrimiento de uno de los pueblos más oprimidos de África.

El acto de presentación tuvo lugar en el Colegio Mayor de Nuestra Señora de África bajo la batuta de Basilio Cañadas, responsable de la editorial Sial y actual presidente de la Asociación de Africanistas Españoles de la que Liniger-Goumaz es miembro honorario. Junto a él, varios intelectuales nacidos en África agradecieron al investigador suizo haber contrarrestado con su aportación al "guineanismo" el olvido español que arrancó en los tiempos de la dictadura del primer presidente Francisco Macías, cuando el régimen de Franco impuso a los medios la "materia reservada" sobre lo que ocurría en la antigua provincia africana.

 El propio Liniger-Goumaz explicó que, a comienzos de los setenta,  le sorprendió la escasez en las grandes bibliotecas europeas de libros dedicados a Guinea Ecuatorial. Estaba preparando una estancia por razones de trabajo en el país que entonces estaba siendo azotado por la dictadura de su primer presidente, Francisco Macías. Tras ser expulsado por el tirano, decidió hacer lo posible para que Guinea Ecuatorial dejase de ser "la gran desconocida" de África. Los ponentes nacidos en África añadieron que, con ello, llenó un vacío del que acabaron siendo víctimas los propios africanos.

“Comencé a conocer mi tierra con las obras de Max Liniger-Goumaz”, dijo Justo Bolekia Boleka, español nacido en Guinea Ecuatorial y que hoy es investigador, escritor y profesor de la Universidad de Salamanca. “Con sus obras comprendí muchas de las cosas que ocurren no sólo en mi país sino en muchos otros del continente”, añadió al alabar la “libertad en estado puro” con la que el profesor suizo siguió denunciando las brutalidades y corrupción del actual presidente Teodoro Obiang, que derrocó a su tío Macías en 1979.  “Este blanco", añadió señalando al emocionado investigador, "no tiene miedo a la brujería africana y, todavía hoy, sigue señalando con el dedo y con las verdades que no encontraremos en otros grandes escritores”.

Mbuyi Kabunda (profesor de la Universidad Autónoma de Madrid) y Francisco Zamora Loboch (periodista y escritor) también destacaron  la “carga moral” de la obra del historiador-activista de los derechos humanos. 

“Leí su primer libro cuando todavía vivía en Lubumbashi, con 17 años, y me abrió la mente”, dijo Mbuyi Kabunda (originario del Congo que se llamaba Zaire). “No le ha temblado el pulso a la hora de retratar la incoherencia y falsa democracia que existe en este país; las fechorías y amistades peligrosas de su actual dictador y la contradicción que marca la enorme riqueza petrolera que ha convertido a Guinea Ecuatorial en el tercer productor africano y la miseria que padece su población, fruto del malgobierno y las complicidades externas con su régimen cleptócrata”. 

El historiador con su hija Gabriela (a la izquierda) y  dos admiradoras. 
El agradecimiento de los africanos es comprensible ya que Liniger-Goumaz comenzó a plantarle cara con sus escritos a la injusticia en África en unos tiempos en que, incluso fuera de España, lo que se estilaba era la tolerancia con los dictadores a los que se justificaba como un mal necesario ante la supuesta falta de madurez de los pueblos "nativos" para regirse con un gobierno democrático.  

No se trata de un debate superado. En el coloquio, fue inevitable que se le preguntase al profesor suizo su opinión sobre las elecciones que se van a celebrar en Guinea Ecuatorial el próximo domingo. “Una vulgar y deleznable farsa”, contestó Liniger-Goumaz tajante pese a que ese día todavía no se habían producido las detenciones con las que el dictador ha reprimido un intento de manifestación opositora en Malabo.

Pero la polémica se encendió apasionada cuando desde el público un antiguo residente en la entonces Santa Isabel, formuló una pregunta que contenía serias dudas sobre la viabilidad de un sistema democrático en Guinea Ecuatorial, dadas las profundas divisiones tribales que, desde antes de la independencia, han construido un grueso muro de desconfianza mutua, por ejemplo, entre los fang mayoritarios en la zona continental y los bubis de la isla de Fernando Poo.

“La etnia no es negativa sino positiva porque refleja la riqueza cultural”, le rebatió Mbuy Kabunda. “Yo no le debo nada a mis ancestros, porque lo que tengo me lo he ganado a pulso con el sudor de mi frente”, dijo también el annobonés Paco Zamora. También fue muy enérgica la respuesta del profesor  Justo Bolekia: “Hay que acabar con la visión neocolonialista de que el problema que nos arrastramos es que hay muchas etnias”.



lunes, 20 de mayo de 2013

La oportunidad perdida de Mohamed VI de mantener ocupado el Sáhara Occidental y seguir quedando bien


Una de las manifestaciones Manifestación registradas en El Aaiún tras aprobarse la resolución 2099, el pasado 25 de abril. / Foto: Red de Medios Radio Maizirat.



La prensa marroquí afín al rey Mohamed VI sigue vendiendo como un gran triunfo diplomático de su monarca el haber logrado mover hilos para impedir que en el Consejo de Seguridad de la ONU  prosperase la iniciativa estadounidense sobre derechos humanos y, en su lugar, se aprobase la descafeinada resolución 2099. Todo apunta, sin embargo, a que el majzén ha perdido una gran oportunidad de lograr mucho a cambio de poco. 

Una concesión del monarca alauita en materia de derechos humanos, ya lo dije, no garantizaba una aplicación inmediata ni efectiva a favor de las víctimas  saharauis. Los casos de Congo, Ruanda o Costa de Marfil constituyen un buen ejemplo de grandes fracasos en la defensa de los derechos humanos de los cascos azules de la ONU, ya sea por lentitud burocrática o porque hay miembros del Consejo de Seguridad activamente empeñados en favorecer a una de las partes del conflicto. 

El silencio en el informe del secretario general de la ONU sobre el escandaloso incidente que le costó una brutal paliza a tres jóvenes saharauis secuestrados por policías de paisano a la entrada del cuartel general de la MINURSO en El Aaiún refleja las pocas prisas de Ban Ki-moon por rectificar los más de veinte años de inacción onusiana en materia de derechos humanos en el Sáhara Occidental.

A la hora de explicar la cerrazón marroquí la tesis más habitual es que el rey Mohamed VI se opuso al proyecto de resolución propuesto por EEUU para evitar el peligro de que los saharauis, al sentirse protegidos por la ONU, se echasen a la calle a pedir la independencia. Un sí marroquí a la iniciativa estadounidense hubiese dado una importante victoria moral al pueblo saharaui, es cierto, pero a la vez, hubiese asegurado a la diplomacia marroquí la comodidad de convertirse en la mesa de arbitraje en la parte que acaba de marcarse un tanto con una mediática concesión.  Con esa baza, a Francia, Estados Unidos y España, les hubiese sido mucho más fácil enredar al Frente Polisario en una negociación muy ventajosa para la parte marroquí, por el mero hecho de situar en un mismo plano a agresor y agredido, como si el ladrón tuviese derecho a discutir si devuelve o no lo que ha robado a su legítimo dueño.

De hecho,Gerard Araud, el embajador de Francia ante la ONU volvió a recordar, tras aprobarse la resolución 2099, que la opción favorita de Marruecos para el logro de una solución pacífica es la vía de la negociación y que el Gobierno de Hollande siempre ha considerado que la mejor forma de avanzar en el respeto de los derechos humanos de los saharauis es a través de un diálogo bilateral del Frente Polisario con Marruecos. La estrategia del principal aliado del anexionismo marroquí es clara: poner el foco en los derechos humanos y correr un tupido velo sobre el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui y el referéndum, como si los atropellos marroquíes fuesen la causa del  desaguisado y no la consecuencia del mismo. 

El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, marchó en esta dirección en su último informe en el que prefiguraba un escenario dominado por la negociación entre saharauis y marroquíes en el que cada una de las partes debía prepararse a hacer concesiones y corresponder a cada “toma” del contrario, con un “daca” de igual calibre. Si Marruecos hubiese dado su brazo a torcer con las competencias de la MINURSO, ahora sería el Frente Polisario el que debería estar moviendo la ficha del  "daca", para no quedar como la parte sin voluntad negociadora. 

Protesta en El Aaiún antes de la resolución 2099.
 Pero la pelota sigue del lado marroquí y, al final, la pesadilla de Mohamed VI se ha cumplido igualmente porque la indignación ha podido al miedo y decenas de miles de saharauis se manifiestan en los territorios ocupados cada día, desde que en Nueva York se aprobó la resolución 2099.  Lo peor para el monarca marroquí es que ahora es del dominio público que la total falta de competencias de los cascos azules de la MINURSO no es normal en la historia de las misiones de paz onusianas. Persistir en esta anomalía, desacredita a la ONU y carga de razón el grito con que los saharauis exigen justicia tras 22 años de espera, sin que la MINURSO haya organizado ese referéndum que se supone era el objeto de la misión. 

Un “toma” marroquí en derechos humanos hubiese dejado fuera de lugar la agitación callejera. Aún suponiendo que el júbilo popular hubiese adquirido excesivos decibelios,  la Administración de Obama hubiese podido aprovechar el prestigio que se ha ganado ante los saharauis con su frustrada intervención para presionar a los dirigentes del Frente Polisario a favor de la calma. De no responder a sus benefactores, el Frente Polisario hubiese sido fácilmente acusado de maximalismo o, lo que es peor, de falta de liderazgo sobre la población al otro lado de los muros. 

Ahora, en cambio, los maximalistas son los hombres de Mohamed VI y quien sabe si Obama no le dice al rey alauita eso de "ya te lo dije, cabezota, que te leyeses Il Gattopardo para comprobar cómo a veces, hay que cambiar algo para que todo siga igual". En cualquier caso, es el Gobierno francés el que se ha visto obligado a recomendar al régimen marroquí prudencia y respeto a los derechos humanos en un vano intento por detener la espiral que está dejando por los suelos la supuesta “apertura” democrática del monarca alauita. Si la situación se desbordase, a Hollande no le quedaría otra  salida para intervenir del lado de su peón favorito que cruzar los dedos para que, en alguna esquina del Sáhara Occidental, surgiese una amenaza yihadista susceptible de justificar un desembarco francés en el nombre de la paz y seguridad internacional.

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